Una hipoteca a 30 años (promedio actual de la vida útil de una casa) significa en términos estadísticos la adquisición de meros escombros. ¿Exagerado? Ni mucho menos. La Casa Sobrino, un tesoro de la arquitectura contemporánea en Donostia-San Sebastián, realizada por Javier Carvajal en 1971, es demolida a los 37 años de edad para dar lugar a dos viviendas que desaparecerán más jóvenes aún, como Casa Sobrino pero sin pena y sin gloria, y quizás también con varias cuotas de la hipoteca por pagar. Resulta más triste ahora que cuando existía la ilusión del progreso como excusa. Más triste aún cuando el aprecio por las reliquias arquitectónicas alcanza un grado equivalente al de otras artes. En síntesis: que todos perdemos, incluyendo a quienes crean que es posible ganar dinero destruyendo obras de arte.
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